Thursday, July 17, 2008

No necesitamos héroes...


Alguien me dijo hoy: "mi superhéroe favorito es Batman, porque su poder proviene de lo único que otorga poder real en nuestro mundo, el dinero". Breve y convincente argumento que profundiza mi reflexión, luego de ver la sexta entrega fílmica del enmascarado de Ciudad Gótica. La segunda a cargo del notable director británico Christopher Nolan ("Memento", "Insomnia"), cuya mano se descubre apenas comienza el filme, en la cámara que nos traslada desde el cielo hacia la azotea de un edificio de Gotham, donde se desarrolla un atraco. Como para poner en claro que la ciudad está fuera de control, y hace falta mucho para poder dominarla.

Ese atraco inicial, su desarrollo y desenlace, es la manera en que Nolan nos presenta una historia que, probablemente, sea mejor percibida por espectadores adultos, dada su innegable carga de violencia y de desquiciamiento, gentileza del Joker que nos regaló Heath Ledger antes de morir.

La película cuenta un elenco que ya se quisieran Spielberg o Cameron, con Gary Oldman, Morgan Freeman, Michael Caine y el mencionado Ledger, donde todos juegan "para el equipo", y no para objetivos individuales.



La preponderancia que adquiere el Joker tiene más que ver con un talento superlativo, fusionado violentamente con un personaje, de por sí, llamativo. Estamos ante la personificación de villano más intensa y "real" que podamos haber visto en cintas de superhéroes anteriores. El Joker del fallecido Ledger nos vuelve humanos, y nos enrostra a cada minuto nuestras fallas y debilidadese, es una apuesta con furia por el existencialismo, y el deber-ser de nuestra sociedad. ¿Hacia dónde mierda nos estamos dirigiendo, que estamos dispuestos a todo, con tal de lograr nuestros fines? Creemos que manejamos nuestros "pequeños mundos", dice el Joker, pero al final, el poder del caos es mucho más fuerte.


En el intertanto, Harvey Dent lucha contra el peso de convertirse en un héroe necesario; Bruce Wayne se debate entre su objetivo original al enmascararse, y el estado actual de las cosas; todo, mezclado en un cóctel de acción y dramatismo que no da respiro, aunque en cierto momento lo necesitemos.


Se trata de las dos horas y medias más necesarias del cine en el último tiempo, para disfrutar a concho en cuanto a lo físico, mental y emocional. Y para deleitarse con una última actuación de un pequeño "geniecillo", que murió joven, pero justo a tiempo...para poder terminar su obra maestra.