Wednesday, August 31, 2005

Con Radio Beethoven muere parte de mí


Atónito me he quedado tras las informaciones que dan a la radio Beethoven por vendida a una multinacional contra la que –huelga decirlo- no tengo ninguna rencilla personal, pero que pretende hacer desaparecer el último reducto de la mal llamada música “clásica” en el dial. Y no puedo evitar pensar que la lógica comercial se impone, una vez más, sobre el desarrollo de una cultura tolerante, que permita espacios para distintas corrientes.

No pertenezco a la camada de eternos seguidores de la radio, al contrario, llevo apenas dos años de radioescucha fiel, pero me siento a días de quedar completamente huérfano justo en los momentos en que mi pasión por este tipo de sonidos crece y crece. Momentos en que combino mi afición por el cine y la literatura, con las idas al teatro Municipal o algún concierto.

A partir de aquello quisiera demostrar que el 96.5 FM es para nosotros, sus seguidores, mucho más que una ventana de difusión para la música que nos quita el sueño, es nuestra forma de entender la vida: profunda, calmada, trascendental.

Tengo 27 años y nadie cree que radio Beethoven me acompaña desde el principio hasta el final del día. No me siento anormal, y en otros contextos participo de reuniones u otras ocasiones junto a música de otros tipos, desde el punk al reggaeton, aunque mis preferencias pasan por el pop. También, gracias a mi mujer he conocido ampliamente el mundo de la música latina, y he podido descubrir, de primera fuente, cómo ocupa casi todo el espectro radial hoy por hoy.

No abogo por la desaparición de las radios para el adulto-joven, tampoco de las radios “utilitarias” que ponen la música de acuerdo a los pagos que reciben de parte de los sellos multinacionales (ese es tema de otra carta), y menos de las radios religiosas, cuyo rol es otro. Simplemente hago un llamado a la libertad de expresión, concepto que no se remite solamente a permitir distintas expresiones, sino también a generar las condiciones para que lo puedan hacer. Como en este caso, en que el inefable “mercado” vuelve a hacer de las suyas “regulando” aquello que no es rentable.

Con radio Beethoven muere parte de mí, y de muchos otros como yo, que hemos convertido a esta emisora en la banda sonora de nuestras vidas, en el telón de fondo que ponemos tras nuestros sueños, y nuestras esperanzas acerca del arte y el desarrollo de las expresiones humanas.

Tuesday, August 09, 2005

La vida acuática


Cuando algo nos apasiona, tratamos de involucrar a todos aquellos que queremos en nuestra pasión, que consideramos increíble e irremplazable. Muchas veces ese acercamiento fracasa. Yo diría que la mayoría de las veces. Y es que la complicada madeja de relaciones que se va tejiendo en una actividad equis en la vida (como en este filme es la realización de documentales) suele ser incompatible con la aún más compleja red que van generando las relaciones emotivas y sentimentales.
Wes Anderson vuelve a regalarnos un puñado de adorables personajes ultra estereotipados, que nos van mostrando cada una de las fases de nuestros estados de ánimo en torno a aquello por lo que día a día luchamos.

Todo, alrededor de una presunta relación padre-hijo forzada, fortuita y confusa (Bill Murray y Owen Wilson, de otro planeta) que expone de manera tragicómica los baches de esa afortunada ligazón que no escogemos, pero que tratamos de perfeccionar en la medida que, se supone, nos volvemos más maduros, pero también más intolerantes.